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Villa Rosa acompaña a Venezuela en un solo alarido

L

a sociedad venezolana se encuentra en una encrucijada: bajar la cabeza y continuar obsecuentemente bajo la arbitraria y denigrante dominación de una camarilla o encaminarse hacia lo que es un alarido general: el desconocimiento y la consecuente liberación de un régimen, cuya principal caracterización es forzar su permanencia a través de la represión y el chantaje.

Es la respuesta natural de quienes saben que no sólo pierden los privilegios por los que están aferrados al poder; están perfectamente  al corriente también  que  serán perseguidos por el largo brazo de la justicia dentro y fuera  de Venezuela  y optan, aunque su popularidad acabe horadándose para siempre, por la aplicación de la misma receta empleada por aquellos estados autoritarios y totalitarios conocidos a lo largo del siglo XX, cuya derivación cíclica   en pleno siglo XXI es ésta parodia que devastó a Venezuela y generó una diáspora como nunca se había visto en la República en toda su historia.

Es la historia de quienes se fueron mas también de aquellos compatriotas que decidieron permanecer y luchar por su país, pese a las ingentes dificultades que enrarecen su cotidiana existencia.  Son expresiones espontaneas de rechazo organizadas y promovidas ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, caserío por caserío, villa por villa. Como ocurrió en la localidad conocida como Villa Rosa que ostenta a su arribo, un gigantesco mural de Luisa Cáceres de Arismendi, la heroína inspiradora para sus nativos del memorable y estruendoso cacerolazo que recibió y despidió a Nicolás Maduro en su visita a la población margariteña, la noche del 2 de septiembre.

Los villarosences no sólo ensordecieron al mandatario con el desconcierto de ollas, quien quizás pensó, junto a sus adláteres que saldría vigorizado luego del baño de pueblo que se daría; no fue así.  Los pobladores acompañaron a Maduro con pitas y consignas que muy seguramente alcanzaron sacarlo de su ensimismamiento y por lo menos para aquella noche, hacerle comprender que está íngrimo y sólo en su propio laberinto.

Es encomiable la actitud de la gente que harta y cansada de tanta humillación y desmanes, decide encarar y reclamarle a los responsables, quienes cierran filas en torno al repudiado visitante, cabecilla del Hamponato Mandante que gobierna transitoriamente a Venezuela.
Y como insólita réplica al derecho natural a la protesta de la gente, el Hamponato Mandante sólo conoce una respuesta: la represión pura y dura. Es la catadura de quienes, repudiados en una localidad, edificada para concentrar su influencia proselitista, no sólo no consiguieron aplausos y lisonjas; sino que salieron con las tablas sobre la cabeza.

Así quedará tatuada la respuesta a la ignominia por el sometimiento al que ha sido sometido Villa Rosa y por extensión, la mayoría del pueblo venezolano, cuando detuvieron a algunos manifestantes para intentar acallarlos o coaccionarlos a través de la privación de alimentos y otorgárselo a aquellos que continúan demostrando su perruna aquiescencia al régimen. Pero Villa Rosa no ha quedado sola en su lucha en contra de la infamia. El atropello a los venezolanos es generalizado como contestación al masivo rechazo que actualmente inspira el llamado Hamponato Mandante. Ya son muy pocos, por decir lo menos, aquellos que todavía apuestan por el éxito de la catástrofe que nos trajo hasta aquí.  

Conscientes de las dimensiones de su fracaso e incapaces de rectificar por la magnitud del desaguisado, Maduro y su combo, huye de manera beligerante hacia adelante. Persigue, hostiga y criminaliza a prominentes líderes de la oposición; amenaza a venezolanos, como los villarocenses para que desistan de sus protestas; cierra fila con sus cómplices militares en el alto mando para tratar de impedir lo inevitable: la acelerada y profunda erosión de un gobierno que dejó desde hace mucho de serlo y cuyas expectativas de futuro también fueron cercenadas por los líderes que ocupan la cúpula en el poder.

Al margen, entonces de la obstinada conducta represiva y autocrática que los caracteriza, el Hamponato Mandante se encuentra hoy rebasado multitudinariamente por los venezolanos que decidieron enfrentarlo en esta difícil coyuntura gracias a las rendijas que todavía permean de la eunuca democracia que el régimen se empeña estérilmente en promover.

10 de septiembre de 2016

Pepe Mijares/ @pepetex

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