La Noche de la Gran Oscuridad

A quellos que han explorado acuciosamente con el paso de los años, el tema del irresponsable usufructo de la explotación petrolera y sus consecuencias en el colapso de la economía venezolana, antes y durante el tiempo que viene imponiéndose la llamada revolución bolivariana se han quedado cortos en sus augurios. De hecho, los venezolanos percatamos en las postrimerías de otro año que se fuga en medio del vertiginoso avance de la destrucción, una regla invariable de conducta detrás del poder:

El logro demoledor de un proyecto político que lejos de rectificar el rumbo errado al que arrastra el país para evitar al menos, las peligrosas consecuencias de sus acciones en un futuro no muy lejano, continúa con su desquiciante viaje a la oscuridad, mientras todas las alarmas permanecen encendidas en rojo.

El economista Domingo Maza Zavala comentó en algún momento, inspirado en otro venezolano, el historiador Manuel Caballero, su sombría perspectiva del futuro para Venezuela. Es lo que Zavala denominaba el viaje hacia la noche de la gran oscuridad. Un tránsito hacia un derrotero al que nadie en su sano juicio desearía arribar. Los cambios que en definitiva, venía observando Zavala más allá de las apariencias, como la acumulación de desechos almacenados bajo la alfombra que años más tarde aflorarían, al romperse inevitablemente con el paso del tiempo.

No sólo en frías cifras o estadísticas, sino en el aterrador padecimiento de los venezolanos en un futuro que tanto él como Caballero no alcanzaron a ver, pero si vislumbraron.

 

La burbuja petrolera

La borrachera y la música ensordecedora a lo largo de años de bonanza petrolera parecía infinita, las facilidades para conseguir satisfacciones instantáneas por momentos hacen perder el sentido de la realidad y postergan el tiempo de la sensatez y la prudencia. “Ta barato, dame dos” era la frase lapidada en la idiosincrasia de aquellos venezolanos que disfrutaron la burbuja petrolera hacia los años 70. “Fuimos felices y no lo sabíamos”, repiten machaconamente los sobrevivientes de aquella generación.

Creíamos que esa felicidad duraría por siempre, sin importar el costo de las cuentas que habrían de pagarse tarde o temprano. Y esos cálculos, también fueron estimados por otros venezolanos, quienes, como Maza Zavala, venían haciendo incomodas advertencias en las que anticipaban el desolador escenario que no lográbamos dilucidar mientras la inercia en la concatenación de eventos que conocemos como historia se encargaría de registrarlos hasta el sol de hoy.

El abogado Juan Pablo Pérez Alfonso, fundador de la llamada Organización de Países Exportadores de Crudo (OPEC) y el escritor Arturo Uslar Pietri, fueron tajantes críticos del curso de los acontecimientos que los conduciría a predecir el hundimiento del país, en virtud del desacertado rumbo que sus gobernantes consideraban en cuanto a la finitud y dependencia existencial de la bonanza petrolera.

Esa visión distorsionada de la economía y la política que mantuvo el lastre de la dependencia petrolera en detrimento del desarrollo agropecuario, manufacturero o industrial, como solución a nuestros problemas y el populismo como fórmula fundamental para imponerla desde el poder, continúa siendo un tema medular en nuestro devenir como nación para el siglo que despunta.

Desde que renunciamos de ser orgullosos productores agropecuarios hasta que sustituimos y desplazamos el producto de nuestro sudor en el campo, por aquel, exprimido del subsuelo, hubo un cambio de 360 grados: Venezuela fue después de trasegar el trance de los caudillismos y las dictaduras del siglo XIX y mediados del XX, uno de los primeros países de la región que entró en el modernismo y experimentó la democracia en plena ebullición.

 

Populismo Feroz

Y fue gracias a esa palanca formidable llamada petróleo que Venezuela se catapultó a una distancia impresionante de otros países vecinos, sumidos para los mismos tiempos, no sólo en graves situaciones económicas, sino en ciclos interminables de golpes de estado, guerras civiles y dictaduras que avasallaron a la región.

En medio de semejante inestabilidad y con un oscuro horizonte por delante, muchos argentinos, chilenos, colombianos, peruanos, ecuatorianos, cubanos, amén de españoles, portugueses, italianos que huían de la miseria, la iniquidad y la guerra en sus países de origen, fueron acogidos con los brazos abiertos en Venezuela.

Muchos se arraigaron, prosperaron y ayudaron con su esfuerzo al desarrollo de Venezuela en los tiempos de la apertura democrática y la consolidación del poderoso musculo petrolero que permitió el crecimiento del país. Sin embargo, las voces ruidosas de Pérez Alfonzo y de Uslar Pietri, mantuvieron la tenaz prédica iluminadora hasta el día de su muerte: El petróleo por sí sólo, concebido como único e imprescindible producto de nuestra economía, no basta tiene que invertiirse sabiamente para desarrollar el país y diversificar su economía.

Pues las advertencias de ambos sabios fueron arrojadas en cántaro roto. El petróleo no sólo dejó de ser un negocio muy lucrativo que favoreció a los venezolanos, se convirtió en un arma estratégica para conseguir respaldo internacional a un proyecto ideológico perverso. Una palanca empleada como incentivo primordial para fomentar el populismo feroz, caracterizado por el eufemístico Socialismo del Siglo XXI, como causa fundamental de nuestras desgracia actual.

 

Los tiempos de la Gran Catástrofe

El populismo desarrollado en los tiempos de la democracia que precedió el siglo XXI fue pronto arropado y superado con creces. Las expectativas de los visionarios se quedarían cortas con la irrupción de la llamada revolución bolivariana y la llegada de su principal auspiciador, un teniente coronel, resucitado por la magia mediática de su fracasado intento de golpe de estado y cuyo tránsito por el poder a lo largo de 13 años, favorecieron su proyecto totalitario gracias a los elevados precios del petróleo, inéditos en toda la historia de su explotación en el país.

En nombre de un pretendido redencionismo social, como promesa básica, el hombre que fungió de vengador de los más vulnerables y débiles de la sociedad, no sólo se abrogó el rol de caudillo protector; también se valió del petróleo como palanca proselitista antes, durante los tiempos de su agonía y luego de su muerte, cuya verdadera fecha continúa siendo un misterio. Hoy la gran mayoría de los venezolanos contemplamos impotentes como la ignorancia y la ceguera egotica, alimentada por el culto a la personalidad desembocó en un populismo mucho más atroz y desenfrenado que el cultivado por los demócratas en los tiempos precedentes.

Muchos continuamos todavía preguntándonos lo que hubiera sido del país si en vez de haberse dilapidado, regalado o saqueado la riqueza petrolera, se hubiese invertido, como infortunadamente tampoco ocurrió tras la llegada de los montoneros del Teniente Coronel que primero quisieron hacerse del poder por la fuerza y después se valieron de un encantador de serpientes para encandilar a todo un país electoralmente, mientras en paralelo venía urdiéndose el cultivo sistemático de su destrucción para “edificar” de las cenizas, ésta entelequia de “socialismo del siglo XXI” cuyo referente más cercano es la tragedia cubana.

Una sociedad que no podría entenderse de otra manera, sino desde la óptica de los dictadores prevalidos de una doctrina cuyo dogma esencial es la demolición del orden burgués establecido, para construir a partir de allí, una dictadura que, por conveniencia ideológica la han llamado Dictadura del Proletariado, pero que en la práctica siempre ha favorecido a las camarillas sempiternas en el poder.

Los barbaros, herederos del difunto, acabaron con su propia gallina de los huevos de oro, ahora no pueden comprar a sus seguidores, como lo hicieron en los tiempos de las vacas gordas, están embarrados con el narcotráfico hasta el cuello y lo único que les queda es la represión y la violencia instrumentada por las fuerzas armadas comprometidas por la dictadura gracias a la corrupción inoculada desde los tiempos del difunto y el pacto establecido con el hampa común y organizada que defiende a la dictadura. 

Lo que si resulta insólito es que el régimen narco-militarista haya destruido la industria petrolera venezolana (PDVSA); insólito porque la dictadura requiere de ingentes cantidades de dinero para financiar su ostentoso tren de vida y costear la obscena corrupción existente en las Fuerzas Armadas complices junto con la camarilla civil, del saqueo que continua cometiéndose a la nación.

Destruyeron la gallina de los huevos de oro. No sólo ignoraron las preclaras voces de nuestra historia contemporánea que anticipaban la tragedia de la dependencia exclusiva del petróleo, fueron aun más lejos en su delirante ceguera por el poder. Arroparon a Venezuela en la noche de la gran oscuridad.

26 de noviembre de 2016

Pepe Mijares/ @pepetex

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