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Valencia 21 de agosto de 2016


Desde el país de la esperanza se deshace la siembra de dudas

 

Perdida del entusiasmo, desaliento, postración, desmoralización, desmovilización, desesperanza, son todos equivalentes para una misma conducta, provocada por el miedo, que de modo dosificado vienen inoculándonos.  Venezuela, entró en el túnel hacia el derrotero del desenlace, muchos están bloqueados y aunque las condiciones de precarización insoportable en que nos encontramos, impiden un rechazo desde la zona de comodidad, todavía hay quienes se resisten a salir de su burbuja.

No basta una declaración de buenas intenciones, tampoco un fingido arrebato que al siguiente día decae, como el barco que zozobra atenazado por la tempestad. Es el predicamento de los venezolanos que procuran resistir y no escapar o postrarse ante las crecientes dificultades cotidianas de lo que significa vivir hoy en Venezuela. Habrá entonces que aprovisionarse con la fe, la convicción interior blindada contra la duda inyectada y afirmarse sin más vacilaciones en el hecho cierto e indiscutible que estamos próximos a ver el fin de ésta espantosa historia.

Todas las señales lo evidencian, aunque sus pésimos escritores intenten arrastrarnos a la mediocridad de sus dislates. Están solos y completamente cercados frente a una sociedad que no soporta más humillaciones. Lo único que todavía los sostiene en medio de su irresponsable delirio, es la complicidad de una fuerza armada que en medio de su férrea apariencia pretoriana también lleva una procesión por dentro: sus integrantes también son venezolanos y sufren lo que sufre cualquier mortal en el país para estos momentos.

Llegó el tiempo de las definiciones y muchos de los miembros de ese cuerpo que una vez encarnó el lema “el honor es su divisa”, saben que ahora esa expresión “pasó a ser el honor ni se divisa”. En consecuencia, muchos de esos venezolanos uniformados que ven también con frustración como se deterioró su institución, no quieren seguir siendo arrastrados por superiores quienes, en pandilla con los civiles enchufados, continúan avergonzando y, dicho sea de paso, tienen gravosas cuentas con la justicia, tanto aquí como en el extranjero.

Cuanto más aparente fortaleza demuestran los facciosos desde la jactancia y la fanfarronería que los caracteriza en su pasajero tránsito por el poder, más cerca están de acabarlo. Cuando se está más próximo del fin de la pesadilla, los venezolanos tienen que sobreponerse sobre la siembra de dudas que el Hamponato Mandante en fase terminal, intenta sembrar y en su lugar, prepararse para cosechar las esperanzas que muy pronto materializaremos en nuestro país, el único que tenemos: él de la esperanza.

Pepe Mijares

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