Caerse, levantarse y continuar ¿Qué más queda?

«La mayoría de la gente lo siente en algún punto o, por lo menos, de vez en cuando que algunos individuos prosperen mientras otros sufren hambre y fracasan. Este es el mecanismo más poderoso de todos para, en primer lugar, el mantenimiento de una sociedad y, luego, su destrucción subterránea, su corrupción, su caída… claro que nada de esto es nuevo, y muy probablemente y dentro de lo que es posible determinar, ha venido sucediendo a lo largo de la historia.

¿Hubo alguna época en nuestra nación en que la clase dirigente no vivía dentro de la campana de vidrio de la respetabilidad o de la riqueza, cerrando los ojos a lo que sucediera fuera de ella? ¿Podía haber una auténtica diferencia cuando esta “clase dirigente” utilizaba términos como justicia, juego limpio, equidad, orden y aún socialismo?

Cuando los usaba y aun creía, tal vez, en ellos durante algún tiempo, como siempre, los administradores vivían protegidos contra lo peor, intentando lograr que todo se olvidase hablando, deseando, legislando, ya que admitir lo que estaba ocurriendo significaba reconocer su propia inutilidad, reconocer que la seguridad adicional de que gozaba era producto del robo y no de servicios prestados…»

Pareciera que este largo epígrafe, tomado de un fragmento de la novela Memorias de una Superviviente de la escritora iraní-británica, premio nobel, Doris Lassing, fuera extrapolado de nuestra realidad venezolana, como excusa perfecta para reflexionar y a partir de la meticulosa asimilación de nuestros errores, superar el trance que en estos momentos nos tiene paralizados como ciudadanos, secuestrados como República y abochornados como nación.

No basta con criticar a quienes, desde una dirección partidista, o en palabras de la misma Doris Lancing la “clase dirigente” se abrogan la responsabilidad política de sus decisiones sin sincerar sus consecuencias ante los principales dolientes: los ciudadanos.

Tampoco de señalar y acusar a los presuntos responsables que, desde el Parlamento como expresión de la verdadera independencia de poderes de la República, recibieron un mandato inobjetable, incuestionable y trascendental por parte de la gran mayoría de los venezolanos. Y mucho menos insistir en escupir para arriba en una actitud de autoflagelación y autocrítica feroz que inhibe o dificulta cualquier intento sincero de actuación proactiva que tanto necesitamos los venezolanos en esta hora apocada que padece la República.

 

Superar la crítica y organizarnos para la acción

Es hora de dejar a un lado nuestras diferencias, necesarias y deseables por demás desde una perspectiva democrática y hacer un esfuerzo para ponernos de acuerdo, quienes estamos en contra de la dictadura totalitaria que destruye el país y persigue nuestro sometimiento, al aplicarnos el conocido torniquete cubano del hambre, la criminalización a la disidencia, la represión brutal, la hegemonía comunicacional y la destrucción de la economía.

Es vital para la exangüe democracia que aún está en pie, la purga en su momento de quienes, por codicia, impericia, torpeza o miedo, le dieron oxígeno a la Dictadura narco-militarista-madurista, cuando ésta se encontraba contra las cuerdas gracias a una colosal mayoría contraria al régimen que en concurrencia multitudinaria y avasallante plenó no sólo las principales ciudades del país, sino todos los rincones, pueblos y caseríos de Venezuela.

Y es sano para la DEMOCRACIA que en paralelo se sustituya la Dirección política opositora, responsable de participar en un diálogo estéril con un hampón o una banda de hampones, incapaces por su disfuncional estructura de honrar ningún acuerdo. Es sano, cuando el musculo necesario para doblegar a la pandilla que tiene secuestrado al país, la gran mayoría de los venezolanos que respaldábamos a la MUD, fue amputado y con ella, la esperanza de muchos de salir de esta pesadilla con nuestro principal caballo de batalla, el Referéndum Revocatorio, congelado por esa misma dirigencia que no evoluciona, pese a la supuesta experiencia adquirida a lo largo de ésta tortuosa lucha de más de 14 años, ni advierte en éste trance que estamos en resistencia contra una dictadura narco-militarista y no de un régimen medianamente democrático que respete las diferencias en su seno.

Lo más trascendental en los acuerdos del llamado diálogo, la consulta refrendaria, el petitorio más relevante y urgente no apareció por ningún lado. Al final se acordaron unos términos vagos e imprecisos que comprometieron seriamente la cohesión interna y, por otro lado, desmovilizaron en el acto, la presión en la OEA y el resto del sistema internacional con la bendición de El Vaticano.

El hecho es criticable sin excepción por parte de todos los ciudadanos demócratas. Omitir nuestra decepción sería darle la espalda a la civilidad en el más estricto sentido. No obstante, pese al evidente traspié ocasionado por la dirección opositora, los venezolanos no podemos perder las perspectivas en el corto y el mediano plazo. Mientras haya más represión, violencia y militarismo; la ciudadanía venezolana está obligada a anteponer más civilidad, más coraje y más democracia.

Es por eso que el tema de los crasos errores cometidos con el supuesto diálogo, no pueden jerarquizar la agenda para reactivar la lucha contra una dictadura que no da cuartel de ningún tipo. Es preciso entonces, superar este ignominioso trance y continuar con la tarea pendiente de retirarle las cadenas a la consulta refrendaria.

 

Referéndum Ciudadano

El lunes 28 de noviembre, varios ciudadanos en nombre de la sociedad civil y los gremios organizados anunciaron formalmente al país, la necesidad de acelerar la recolección del 20% de las firmas nacionales (Constitucional) para la activación del Referéndum Revocatorio antes del 10 de enero del próximo año a través de un Referéndum Ciudadano.

El movimiento está formado por diferentes organizaciones sociales que integran profesionales, trabajadores, sindicalistas, abogados, amas de casa, estudiantes, en fin, venezolanos al margen de la toma de decisiones que a fin de cuentas somos directamente afectados por ella.

El propósito del Movimiento de Movimientos como lo califica la historiadora Margarita López Amaya, pretende realizar un referéndum que persigue, mediante la logística desplegada por la MUD en diferentes lugares del país, reunir a partir de las primeras semanas de diciembre, mucho más de los 4 millones de rubricas que son necesarias de acuerdo con la Constitución de la República para activar el Referéndum Revocatorio.

Un ingente esfuerzo ciudadano que tiene tentáculos imbricados en cada región del país a través de diversos gremios profesionales. Será una operación difícil, delicada y no exenta de riesgo porque lo que está en juego es demasiado grande para simplemente claudicar por el torniquete del hambre como exactamente ocurrió y continúa ocurriendo en la vecina isla cubana a lo largo de 58 años de dictadura comunista.

 

Punto de Inflexión

Venezuela está en un punto de inflexión "¡O corres o te encaramas!" Como dice el dicho popular. No puedes permanecer pasivo, el ESTADO DE NECESIDAD es demasiado devastador. Sólo nos queda organizarnos y actuar. Ya los escombros están aquí. La escasez, la hiperinflación, la inseguridad, en fin, la olla de presión, cuya temperatura, de no controlarse correctamente puede resultar contraproducente como lo afirma el politólogo Angel Oropeza.

«Al menos dos escenarios son posibles-dice Oropeza en cuanto a la capacidad de resistencia de la sociedad venezolana-. Uno, que la desesperanza termine por agotar su capacidad de lucha y resistencia, y dé paso al acostumbramiento y la resignación ante lo que termina por considerar inevitable y superior a sus fuerzas.

Este escenario, si bien es posible, no parece tan probable en el corto plazo, dadas las altas cifras de conflictividad social que se mantienen, retando incluso la tendencia histórica a disminuir en los últimos dos meses del año. El otro escenario es la adopción de conductas anárquicas y violentas por parte de sectores de la población, como reacción desesperada y catártica ante la invisibilidad de opciones para superar su desamparo y su calvario.

El riesgo de este tipo de respuestas, especialmente cuando ocurren de manera desordenada y sin norte, es que terminan en contra de la propia gente, y justificando la represión del gobernante y su eventual fortalecimiento.

Por supuesto, existe un tercer y deseable escenario, en el cual el descontento y la presión popular se conjuguen con el resto de las modalidades de la lucha política para que su efecto se potencie en términos de utilidad y fuerza.

Pero recordemos que, de acuerdo con lo encontrado, tres de cada cuatro de los venezolanos no sabe muy bien qué es lo que habría que hacer para superar la crisis, y mucho menos cree que él pueda hacer algo.»

 

La última palabra

Y la última palabra la tiene el ciudadano venezolano consciente, organizado y dispuesto por su propia determinación a salir de esta pesadilla con la articulación de todos los esfuerzos no sólo de los partidos políticos, por intermedio de una plataforma organizada que reivindique y restituya la vigencia arrebatada de la Constitución de la República de Venezuela.

Las palabras de la escritora Doris Lassing que anticipan esta reflexión son absolutamente alegóricas desde una ficción para describir las relaciones humanas en medio de la destrucción de una sociedad y su resiliencia para sobreponerse y comenzar de nuevo.

Cabe entonces preguntarse ¿hasta dónde puede llegar la determinación de una sociedad como la venezolana, hastiada y asqueada de tanta iniquidad, injusticia y humillación para superarse y elevarse como el Ave Fénix de sus cenizas? Si nos caímos, nos levantamos y continuamos ¿qué más nos queda?

3 de diciembre de 2016

Pepe Mijares/ @pepetex

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